domingo, 17 de noviembre de 2013

Cosas que (se me) pasan.

Días atrás buscaba mi manuscrito del rostro de la indignación y caí en cuenta que no lo tenía aquí en Bodega Bodegón.

Tal vez había quedado atrapado en el viejo et arqueológico Bodega Bodegón (Creo que el que estaba alojado en flotolorgs,si... así se llamaba la plataforma) o quizás esta en alguno de los discos rígidos que tengo tirados por acá, los cuales uso hoy por hoy básicamente como posa vasos (y también para tirárselos al churrero que pasa a las 17:30 de la madrugada con ese silbato molesto y a los gritos. La gente duerme la mona, será de dió!!). También puede ser que me haya sido un flash etílico solamente. De cualquier manera, ante la pajería fiaca de buscarlo, acordé que sería esta última la razón y marqué con una navaja en el respaldar de la cama otro quiebre con alucinación y posterior pérdida de conocimiento. Llevé una mano a la parte posterior de mi prodigioso marulo y me serví un moscato (o 39).

Pero hoy, revisando mis viejas bitácoras ferneceras, entre recetas fallidas de como vivir sin laburar y canciones de mi autoría (que tiempo mas tarde descubrí que eran temas de Cae con un par de chistes corporales que rimaban convenientemente) encontré lo que había supuesto como un delirio por intoxicación alcohólica. Lo que mas me duele es que voy a tener que arreglar la cabecera de la cama y quitar el tache antes mencionado. Para peor, la cama es de caños de acero... encima rompí la navaja, la reput...

Sin mas palabrería:



"Quiero aprovechar este espacio de opinión para hacer un descargo de todo mi descontento, mi malhumor, malestar, malaonda, malhechor, málaga y malasia. De toda la ira, estupor, coraje, furia, pero por sobre todas las cosas, de vergüenza ajena.

En el día de ayer me disponía, junto a unos estimadísimos colegas (y por que no entrepreneurs del chupé) a ahogar el agotamiento laboral acumulado en la semana en una intensa dosis de alcohol jueveseril.

La propuesta era simple. Nos dirigiríamos desde Larrea y Marcelo T. De Alvear hasta el Alto Palermo.

Cabe destacar que no nos movemos en Villa Cartón, motivo por el cual mi enojo aumenta geométricamente y en proporciones abismales. Tampoco he de decir que el Alto Palermo es la zona de mi predilección para actos tan nobles, si los hay, como bodeguear.

Pero atraído quizás por los colores, el glumour, el charming y el hecho de que en Friday's había 2x1, la falta de Fernet en sangre me impulsó a vencer todo prejuicio y lanzarme hacia la aventura.

Tras sacar algunos australes de la alcancía barrial, emprendimos viaje.

Maravillado con la decoración del lugar, extasiado con los detalles kistch y carteles antiguos, no pude hacer otra cosa que sentirme más que relajado y empezar a disfrutar de lo que, en principio, parecía un tiempo de calidad con mis camaradas.

El primer mal impacto vino cuando curioseando las ya citadas pancartas y marquesinas del lugar, me encuentro con un rótulo que rezaba...

"FERNET CINZANO"

CHAN!!

He de decir que comencé a ponerme algo nervioso e inquieto. Llega la carta y todos en la mesa comienzan a elegir sus tragos. "Un Mudslide" selecciona Nacho, "un Lime Rickey" elige el popocho, "chevecha!" aclama Dieguito y yo, firme en mis convicciones, ni siquiera abrí mi carta. Yo sabía lo que iba a pedir desde mucho antes de empezar a caminar hacia el lugar.

Mi intranquilidad aumentaba exponencialmente. Tenía sudores fríos, palpitaciones, temblores, calosfríos. Me estaba poniendo pálido... ¿la razón? NO VEÍA POR NINGÚN LADO LA BOTELLA DE BRANCA. En el lugar parecía que solo servían Pepsi... aunque nunca fué un obstáculo para disfrutar de un buen fernucho.

De repente, afinando bien el ojo, alcanzo a ver el pico con el águila detrás de algunas botellas de Gancia y de otros brebajes que no pienso ni siquiera nombrar en este lugar.

¿Como explicar la sensación si no es a través de lo religioso y/o metafísico? Literalmente, me había vuelto el alma al cuerpo. Respiré profundo. Repentinamente todo en mi sistema volvió a la normalidad y lo que antes era fobia ahora era exhaltación y fiebre en deseos de hacer bajar ese líquido amargo con raíz italiana por mi garganta.

El maitrê hizo su aparición. -¿Ya eligieron, chicos?
-Sí, yo quiero un Mudslide -Seleccionó Nacho.
-¿Me puedes traer un Lime Rickey? -Eligió el popocho
-Chevecha! -Aclamó Dieguito

En ese momento sentí algo muy parecido a cuando Max Payne salta alentando el tiempo. Todos giraron la cabeza, ya seguros de lo que iba a decir. El camarero me miró expectante. Mi respuesta, firme y conciza no se hizo esperar

-¡FERNET CON COCA! ¡BRANCA!

Hubo un silencio.

Mi desazón no encontró consuelo cuando el primer vocablo que pronunció el mozo fué...

-No...
-¿¿Cómo que no?? -Atiné a inquirir.
-No... Branca, no.
-¿Cómo que no? ¡Lo estoy viendo desde acá! -Reclamé vívidamente.
-No, es que no nos dejan abrir otra botella... dejame ver cual tengo abierta.

Más allá de que, con toda sinceridad, es la excusa más barata que escuché desde que mis viejos me dijeron que mi tortuga se había ido de viaje, cuando en realidad mi vieja la tiró por las escaleras, sin quererlo, un dia baldeando; lo que mis ojos divisaron en ese momento y, que juro no se volverá a repetir entre mis líneas en este lugar, fué una botella no del color verde, pico negro y etiqueta color salmón, con el águila característica, sino una con una pegatina repulsiva azul que dejaba leer...

"RAMAZOTTI"

-Chau muchachos, nos vemos mañana. -Mis últimas palabras antes de dejar el local mientras me ponía mi abrigo ligero.

Indignación. Indignación es la palabra. Indignación fué lo que sentí en ese momento e indignación es lo que transpiro al momento de escribir esta crónica de lo acontecido un jueves de marzo de 2008.

Sepan disculpar que no haga comentario alguno sobre la foto de hoy, más que decir, que la indignación muy probablemente tiene ese rostro (aunque no sea esa mi cara).

Hoy será un nuevo día. Es el único consuelo que puedo hallar en esta mañana gris que sigue a uno de los días mas negros que me tocó vivir."